sábado, 2 de julio de 2011

Despedida de mis alumnos.




El miércoles pasado me despedí de mis alumnos. El final de curso ha sido muy estresante y por eso he tardado un poco en redactar esta entrada, porque ellos se lo merecen.

Se merecen también que los llame por su nombre, pero me conformaré con poner sus iniciales para no tener problemas.

El último día suele ser un día diferente y divertido, pero por culpa del calor, el día no se disfrutó tanto y la segunda parte de la mañana no discurrió como estaba planeada.

Nada más entrar en clase, mis alumnos empiezan a organizarse sospechosamente en lugar de sentarse. Yo, que los conozco “metíos en un saco”, me sospecho lo que pasa, pero me hago la tonta.

- “Venga, sentaos que os cuente…”
- “Espera, maestra”

Aparece uno de ellos con una bolsa enorme y todos sonríen. Abro mi regalo (que me encanta, por cierto) y después de los besos y los abrazos les digo que yo también tengo un regalo para ellos, pero que tendrá que esperar porque hay que verlo. Oigo cómo uno de ellos dice: “Ah, claro, la foto que nos hicimos con ella…”

Nos vamos al patio con los de 3º y 5º para las actividades deportivas pero se cansan enseguida porque a pesar de estar en Siberia, el calor es insoportable, así que nos los llevamos a la única zona donde todavía no pega el sol y los entretenemos con el juego de la escoba.

Después del recreo, está programada una peli en la clase de 5º, pero la estancia se ha convertido en una sauna y es imposible aguantar allí. Dejamos que los más revoltosos salgan a darse una vuelta, pero las avispas se ensañan con ellos y cambiamos de planes. Aprovecho que en la clase de 5º hay una pizarra digital y les informo de que les voy a enseñar mi regalo.

Mi regalo es un montaje de fotos de recuerdos y la evolución de todos en estos tres años juntos. Hay que decir que el montaje lo he hecho con mucho cariño y eso, quieras que no, se nota. Además la canción “Como un niño” de Eros Ramazzotti, es perfecta para la ocasión. Resultado: mis niños y mis niñas están encantados y divertidos mientras lo ven, pero, al final, se emocionan y acabamos todos llorando y abrazándonos.

Me los llevo a mi clase y empiezo a nombrarlos uno a uno para entregarle a cada uno la copia del CD (que además contiene otros vídeos de las actuaciones que han hecho en este tiempo) con la foto que me hice con cada uno de ellos en la portada. Algunos no paran de llorar y yo, trato de tranquilizarlos para no venirme abajo. Empiezo a echarles fotos y los dejo que jueguen en la clase y pinten en las pizarras.





En ese momento, todos los malos ratos parecen muy lejanos y los veo allí, emocionados unos, divertidos otros, inconsolables otras… y veo a MIS NIÑOS, que han crecido y compartido mi vida tres años.

Veo a mi A, tan pequeño y frágil, pero sólo aparentemente, que hay que verlo cuando saca su genio. No he conseguido que supere ese problemilla que tiene cuando lee en voz alta, ni tampoco que se esmere un poco más con la letra, pero sí que haya ido mejorando año tras año y haya terminado bien el curso. Ha crecido, sí, pero sigue siendo el peque de la clase y me quedo con esa imagen de cuando estaba en 2º y se ponía una toallita húmeda en cada oreja porque decía que le molestaban las patillas de las gafas (estaba graciosísimo) y con el comentario que hizo cuando les pedí que dejaran de llorar: “Maestra, yo no lloro, es que me sudan los ojos”. Genial.

Veo a mi JM, que se ha empeñado en no hacer nada este curso y al que no he conseguido sacar adelante. Me acuerdo de cuando estaba en 2º y era un niño encantador, que aparentemente lo sabía todo, pero que cuando tenía que decirlo, se ponía muy nervioso y no había manera. Me acuerdo también de cómo empezó a cambiar el año pasado y de su cambio radical de este año. A pesar de todo, seguía siendo encantador, que venía muy contento a enseñarme las tareas los pocos días que se dignó a hacerlas y a contarme sus buenos propósitos. Me quedo con su cara de indignación cuando le regañaba por algo, como si yo fuera la persona más injusta del mundo, pero luego se daba la vuelta y veía cómo sonreía.

Veo a mi A, la típica niña empollona y un poco repipi, pero que es un encanto de niña que se esfuerza al máximo y siempre trata de agradar a sus maestros. Me acuerdo de su cara de satisfacción cada vez que recibía un sobresaliente y de su cara de fastidio cuando había fallado en algo. Le costaba venir a preguntar alguna duda, pero lo pillaba todo al instante. Le costaba esmerarse con la letra y poner las tildes, pero sólo bastó con bajarle la nota para que se corrigiera al instante. Me quedo con el día en que, con siete años, vino en el patio a decirme: “Seño, que me duele la rótula” y con aquel otro en que venía con un niño más pequeño que se había caído y soltó: “A ver si tiene un traumatismo craneoencefálico”. Hasta me hizo caso la primera cuando les pedí que dejaran de llorar, es que mi A es muy obediente.

Veo a mi AM, que sólo ha estado conmigo este año porque repitió curso, pero al que le he cogido el mismo cariño. Me acuerdo de cómo al principio estaba un poco desubicado, pero como poco a poco fue ganando terreno. Se aplicó mucho desde el principio y siguió todas mis indicaciones. Se esforzaba por mejorar y preguntaba todo lo que no le quedaba claro y se convirtió en uno de los mejores de clase. Me acuerdo también como poco a poco fue contagiándose de otros (los que habían sido sus compañeros antes) y empezó a fastidiar en las clases. Me quedo con el día en que se puso a llorar con una rabia increíble porque otra maestra le había hecho una anotación en la agenda y me quedé en la clase con él hasta que se relajó y admitió su falta, aunque al día siguiente lo negó todo…

Veo a mi MA, el regalito que me dejaron el año pasado y que me dio el curso. Este año me lo ha dado también, dedicándose a perder el tiempo, a no trabajar, a fastidiar, a interrumpir… pero luego lo veo con esa cara y esa vocecilla que me pone cuando me dice: “Maestra, no me hagas el parte”, y me doy cuenta de que simplemente es un niño, que viene al colegio a divertirse y que tengo que estar pendiente de él a todas horas para que aproveche el curso y le haya servido de algo el repetir. Me quedo con la cara de bueno que pone cuando le interesa y a la que sabe sacarle un partido increíble.

Veo a mi FM, con su carilla tan blanquita y sus pecas. Cómo ha crecido y qué guapo está. Este año ha estado más revoltosillo que de costumbre, pero ha salido adelante sin problemas. Me acuerdo de su letra, la mejor de la clase desde siempre y de lo contento que se ponía cuando se lo decía. También de su tartamudez y de su empeño por superarla (según el logopeda, no tiene nada…) por eso en las navidades pasadas le encargué que fuera él el primero en hablar en la actuación. Al principio no quería, pero luego lo hizo genial, despacito y vocalizando, “un máquina”, como ellos dicen. Me quedo con ese momento del teatro y del día que ganó una agenda escolar a la mejor libreta y su cara de satisfacción.

Veo a mi JJ, el niño tranquilo. Un excelente alumno en todos los sentidos, pero con un defectillo: es muy lento. Me acuerdo de todas las veces que le he tenido que dar un tiempo extra para que acabara sus exámenes, de sus continuas distracciones, de sus habilidades con el inglés y de su interpretación de Papá Noel en las navidades pasadas. Me quedo con el momentazo en la actuación, cuando tenía que quitarse los pantalones para que se los arreglaran y luego no podía ponérselos. Y con la carta que me escribió pidiéndome perdón por no haber traído los deberes unos días y haberle ocultado a sus padres las anotaciones que le había hecho en la agenda. Es un niño muy noble.

Veo a mi FJ, un alumno brillante. Es un niño muy inteligente y avispado, que siempre se interesa por todo y que me ha puesto en más de un aprieto con alguna de sus preguntas. Me acuerdo de lo nervioso e inquieto que ha sido siempre y lo que le costaba estar sentado, buscando mil excusas para levantarse, de sus pelos de punta que poco a poco han ido bajándose y de lo guapo que es (tiene locas a todas las niñas). Me quedo con su inquietud e interés por hacer las cosas perfectas, con su alegría contagiosa y con esa sonrisa de pillo que pone cada vez que le dices algo.

Veo a mi B, que este año empezó muy bien, pero que luego empezó a flojear y he tenido que estar muy pendiente de ella para que no se quedara atrás. Me acuerdo de su amistad con Barsinson, de lo que jugaban y de lo que se pelaban. Me acuerdo también de sus problemas con la lectura y de sus subidas y bajadas continuas (“B, parece que estás en una montaña rusa”). Me quedo con sus ganas de mejorar, de cada vez que ha venido a ensañarme la libreta para que viera lo bien que había hecho la letra y de su cara pecosa.

Veo a mi G, que suele acudir al Aula de Apoyo a la Integración por sus problemillas de aprendizaje y que por eso pasa menos rato en clase. Me acuerdo de la alegría con la que me saludaba todos los días cuando entraba o salía de clase y de sus continuas peleas con otros compañeros, a pesar de que luego eran los primeros que la echaban de menos y se acordaban de llamarla cuando había que hacer alguna actividad diferente. Me quedo con ese “Hola, maestra” y el esfuerzo extra que hace por todo.

Veo a mi A, el niño feliz. Me acuerdo de que, ya en 2º era el más alto de la clase y también uno de los más distraídos. Lo recuerdo en mi mesa, tan peinado y arreglado y con el dedo en la boca mientras pensaba la respuesta cuando le preguntaba las tablas. También me acuerdo de sus nervios, cuando discutía con Barsinson (del que no se despegaba) y le daba una especie de ataque de ansiedad (¡qué mal lo pasaba!) Me quedo con la imagen de verlo sentado en su mesa, tan alto y tan guapo, con sus gafillas azules y su pelo rubio jugando con el bote de pegamento, o el rollo adhesivo o cualquier cosa que tuviera a mano, y con esa sonrisa puesta todas las mañanas cuando me saludaba y se despedía (el último, casi siempre…)

Veo a mi R, o “Marisol”, como la han renombrado algunos compis por su parecido físico. Me acuerdo de cómo la etiquetaron como posible repetidora cuando la cogí en 2º y de cómo consiguió superar el curso. De cómo empezó a flojear en 3º y de cómo se ha dejado en 4º, aunque por fin se aprendió las tablas de multiplicar. Me acuerdo de sus dotes para el dibujo y de sus cartas y notas llenas de faltas de ortografía, lo que las hacía más entrañables. Me quedo con esas preguntas totalmente ilógicas y fuera de lugar que hacía sin venir a cuento, y también me quedo con el día en que nadie sabía responder a mi pregunta y ella, con una lógica aplastante, la contestó para asombro de todos sus compañeros.

Veo a mi R, a mi niña, aunque jamás lo he demostrado públicamente, pero es inevitable no sentir cierta predilección por alguien. R es una niña encantadora, dulce, buena, tranquila, trabajadora, constante… Me acuerdo de su sonrisa, de su buena predisposición para todo, de sus discusiones con Barsinson porque no la dejaba tranquila (en realidad, Barsinson estaba coladito por ella), de sus deseos por estar siempre en primera fila o cerca de mí. Me quedo con esa alegría que desprendía y del momento post vídeo, en el que no paraba de llorar.

Veo a mi I, que por aquí lo he estado llamando Barsinson y que ha sido mi caballo de batalla estos tres años. Me acuerdo de sus arrebatos, sus gritos, sus peleas, sus insultos, sus numeritos… pero también me acuerdo de sus buenos momentos, de su buena caligrafía y cuidado para hacer ciertas cosas, de su carilla de bueno que ponía cuando le interesaba, de lo zalamero que era, de su papel de abeto en la primera función que hice en Navidad y lo bien que se portó, de sus abrazos espontáneos… Me quedo con ese día en el que vino a abrazarme en el patio, así, sin más, y de sus lágrimas en nuestra despedida.

Veo a mi J, mi otro caballo de batalla, el niño que ha puesto una nota de color en la clase y que ha conseguido agotar mi paciencia. Me acuerdo de lo cariñoso y noble que era en 2º y cómo fue cambiando su carácter a peor. El ser diferente no es fácil y sus compañeros tampoco le han ayudado demasiado, aunque espero que acabe superándolo. Me acuerdo de cómo fue uno de los primeros en aprenderse las tablas y lo contento que se ponía cuando lo alababa, de lo sincero que era y cómo te podías fiar de su versión. Me acuerdo de cómo su TDAH se pronunció y fue haciendo mella en su carácter y su rendimiento, cómo había días que venía medio dormido y otros venía “como una moto”. Me quedo con sus abrazos, su sonrisa sincera y algunas de sus ocurrencias.

Y veo a mi A, tan pequeña e insegura como siempre. Me acuerdo cómo desde 2º era la más dispuesta para todo, pero luego se venía abajo enseguida y no conseguía reponerse con facilidad. Me acuerdo de sus continuas quejas, de sus arrebatos y llantos, pero también de su predisposición y alegría cuando te contaba cualquier cosa: “Maestra, ¿tú sabes una cosa?”, “Si no me la cuentas, no…” y se acercaba a mi oído para contarme que estaba mala o que a su hermana le había pasado tal o cual cosa. Me quedo con su aparente entusiasmo, sus ganas por mejorar y sus continuos berrinches.


Por la tarde vuelvo a reunirme con ellos. Vienen todos guapísimos y guapísimas vestidos de Pinocho para la actuación que, por cierto, salió muy bien. Todas las madres vienen a agradecerme el vídeo tan bonito y todas me cuentan “la panzá de llorar que nos hemos dado viéndolo”. Algunas me expresan su cariño y su deseo de que siga con ellos el próximo año. Después de la actuación, se dispersan, pero se van despidiendo poco a poco.

Ahora me despido de ellos por aquí. Han sido tres años duros e intensos, pero también inolvidables.




7 comentarios:

Sonia dijo...

¡¡¡Vaya palabras tan bonitas!!! Si es que se les toma cariño aunque hayan dado la lata y te saquen de tus casillas.
Seguro que cuando se hagan mayores te siguen recordando.

SaRiTiSiMa dijo...

jo Elena: acabas de emocionarme muchisimo: menudo regalo para tus alumnos. Ojala pasados unos años A, JM, FJ, G... o cualquiera de los otros de con este post y recuerde a aquella fantastica maestra q tanto se preocupo x ellos... q hasta un post les dedico:) Te juro q me resulta casi magico... el solo pensamiento q alguno de los mios (aunq bien sabes tu q en nuestra epoca no existia nada d esto jeje) pudiese hacer cosa parecida, me pone la carne de gallina...
Enhorabuena Elena, por las vacaciones, por el gusto con el q impartes tu trabajo y por esa calidez q regalas a tod@s los q te rodean. Un BeSiN y q disfrutes mucho mucho de esas merecidisimas vacaciones!!

Utopazzo dijo...

Emotiva entrada para el recuerdo... siempre es bueno recordar; no en vano, somos el resultado de la suma de todos nuestros actos y en ellos, está el pasado. Por suerte, siempre tendremos ese habitáculo donde se "esconden" esta y otras anécdotas imborrables.

Me ha gustado aquello de "Seño, no lloro, es que me sudan los ojos" o "No me hagas el parte" (genial y me recuerda muchas cosas cotidianas cuando no tenemos la conciencia tranquila...) pero lo mejor de todo es ese "abrazo" espontáneo de (nuestro ya) barsinson...

Un abrazo.

Ana dijo...

Anda Elena que no puedes disimular cómo los quieres...reconozco a algunos por la iniciales y la descripción, pero otros...JM, no me digas que era ese niño precioso, pequeño, dulce, que hace dos cursos me lo hubiera llevado a mi casa sin pensarlo.

Suerte para el próximo curso, no me cabe duda de que seguirás disfrutando y sufriendo con tus nuevos alumnos...pero mientras disfruta de las vacaciones.

un besico.

Elena dijo...

Bueno, sí es evidente que los quiero :)

Sonia, ya veremos. Mi intención es quedarme unos añitos en ese cole, así que los seguiré viendo crecer.
Un besito ;)

Sara, mis alumnos no saben de la existencia de este blog (que yo sepa) así que esta despedida cierra un poco la otra, la real. Otro besín para ti;)

Utopazzo, tengo memoria de pez, pero creo que a estos "tormentillos" los recordaré durante muchos años, y ciertos momentazos también. Otro abrazo para ti ;)

Ana, me temo que sí, que JM es ese niño al que te refieres, ha sido un duro golpe para mí, pero espero que reaccione y remonte. Yo lo he intentado todo...
Otro besico para ti y felices y merecidas vacaciones ;)

Encarni dijo...

Reconozco que he llorado y todo con tu entrada. Se nota que has sido una señora maestra de estos niños. Es normal que te queden esos bonitos sentimientos hacia ellos a pesar de lo duro de los cursos. Estoy segura de que igualmente te recordarán con el mismo cariño. Besos y disfruta de las vacaciones.

Elena dijo...

Gracias Encarni. Besos a ti también y suerte con los destinos ;)